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Tres generaciones cuentan en tres idiomas las historias de la diáspora maya

Cuando Rafael Dzib Canul supo que un nuevo parque en el distrito de la Misión en San Francisco llevaría el nombre de In Chan Kaajal, se quedó sorprendido y alegre. “Es un honor para nosotros. ¿Cómo es que ponen un nombre maya en San Francisco? Ni en mi pueblo ponen así algo en Maya,” dice él.

Eso ocurrió en el 2017, cuando el Departamento de recreación y parques inauguró el parque, el fruto de los esfuerzos de decenas de activistas comunitarios. En maya yucateco, ‘In Chan Kaajal’ significa ‘mi pueblito’. Se escogió este nombre para honrar la comunidad maya en San Francisco, proveniente de la península de Yucatán en México, la cual ha crecido de manera significativa en los últimos años .

In Chan Kaajal  también es el escenario donde la familia Dzib Tuz escucha y graba las historias de esta comunidad, a través del proyecto llamado Mundo Maya, una serie de documentales.

Los creadores de Mundo Maya son Cindy de 27, y Kenny Dzib Tuz, 21, ambos hijos de Rafael. La familia Dzib Tuz es maya. Rafael y su esposa, Rita, son originarios del pueblo de Oxkutzcab mientras que Cindy y Kenny nacieron y se criaron en la Misión.

Cuando eran niños, Cindy y Kenny conocieron a Jesús Jaimito Canul Canul (mejor conocido como don Jaime), un trabajador agrícola quien laboró en campos por todo Estados Unidos. Don Jaime cuidaba del pequeño Kenny, y desde entonces parecía ser un hombre mayor reservado. Pero Kenny y Cindy tenían un presentimiento de que Don Jaime tenía mucho más que decir.

Resultó que tenían razón.

Don Jaime aceptó ser parte del proyecto, sin embargo, estaba un poco nervioso. Pero en el momento en que las cámaras se activaron, comenzó revivir decenas de aventuras y memorias. Cindy y Kenny presenciaron cómo el hombre que conocían mejor como su viejo cuidador se transformó en el hombre que fue parte de la labor de reconstruir las ruinas mayas en Yucatán.

“Nuestra gente tiene historias tan poderosas y maneras tan poderosas de contar historias. Entonces vamos a poner una cámara enfrente de ellos y darles la oportunidad de que hagan de manera natural”, dice Cindy.

En el segundo episodio conocemos a Envia Guadalupe López Cano, una niñera y motociclista quien forma parte de la generación que emigró de Yucatán luego de don Jaime. Ella llegó a San Francisco en 1994 con un plan de quedarse por un año y trabajar lo suficiente para poder comprar una motocicleta y luego regresar a Yucatán. Pero su pasión por la aventura, las motocicletas y su nueva familia en los Estados Unidos la convencieron de que se quedara.

“Era malo [en Yucatán] ver que se suban las mujeres en las motocicletas. Entonces era mucha la restricción. Que tú no puedes hacer esto, que tú no puedes hacer aquello, que porque la vecina…Entonces era mucha tensión como adolescente y ¡yo pedí mi libertad!” Elvia proclama con una sonrisa en su episodio. “¡Me encantó!”

Al agregar unas cuantas cámaras y un pequeño banco negro para que se sienten los entrevistados, Cindy y Kenny convirtieron el pastizal al centro de In Chan Kaajal en un estudio, una isla de recuerdos en medio del caótico mar sonoro que es la Misión. Los próximos siete episodios serán publicados cada tercer semana.

“No estamos contando la historia a través de hechos y fechas, la estamos contando a través de una tradición oral”, aclara Cindy. A lo largo de su juventud, ella y sus hermanos escuchaban las historias que contaban sus padres y amigos de familia en español y maya. Estos recuerdos pasaban de generación en generación, como una versión alterna y más personal de la historia.

La tradicion oral

“Cuando llegas a los Estados Unidos, uno no piensa de Yucatán o de la cultura maya porque uno se enfoca en el tipo de vida. Pero no se olvida”, Rafael dice. “Sin importar en dónde esté uno, no se olvida de dónde viene, siempre contamos la historia, de nuestra vida de atrás para que los chicos aprendan”.

Rafael llegó a San Francisco por primera vez en 1989, unos pocos meses antes del terremoto de Loma Prieta. Desde entonces, ha trabajado como cocinero y se ha mudado unas pocas veces, pero siempre dentro de la Misión.

Desde la década de los noventa, el Área de la Bahía ha sido uno de los epicentros de la diáspora maya, la cual comprende a decenas de diferentes idiomas y poblaciones provenientes de la península de Yucatán, el sureste de México, Guatemala y Belice. Mientras que San Francisco hospeda una comunidad que habla más el maya yucateco, Oakland ha atraído una población maya originaria de Guatemala que habla el mam.

“En la comunidad maya, todo se transfiere por la tradición oral”, explica Cindy. Ella sólo entiende unas cuantas frases en maya yucateco pero eso no la detiene de intentar comunicarse con su abuela, quien cuenta los recuerdos preferidos de Cindy. “Ella solamente habla maya yucateco y su español está a un nivel básico entonces es un poco difícil para nosotras”.

“Este idioma es su idioma para nosotros. Siempre se me ha hecho normal escuchar una lengua que no conozco muy bien y aprender palabras a una edad temprana. Llegó un momento en que ni me di cuenta que entender maya yucateco era algo especial o único dentro de nuestra comunidad”, afirma Cindy.

Cindy Dzib Tuz (al centro) y Kenny Dzib Tuz (derecha) invitaron a su papá Rafael Dzib Canul, un hablante del maya yucateco, para que fuera parte de Mundo Maya. (Carlos Cabrera-Lomelí)

Para Kenny, el español y maya yucateco se mezclan sin que él se de cuenta. “Mi mamá nos diría expresiones mayas y yo pensé que estas eran palabras en español. Pero se las diría a mis amigos latinos y no tendrían ni idea de lo que estaba hablando”, dice riéndose un poco.

Él y su hermana ya habían platicado por varios años de grabar y compartir estas historias por Internet para conectar la diáspora maya por todas partes de Estados Unidos y el mundo. Los dos forman un buen equipo: Cindy es una profesional en el mundo de comunicaciones y Kenny estudia cine en la universidad estatal de California en Los Ángeles.

Descontento con la manera en que películas mexicanas y latinas representan a personas indígenas, Kenny tendría la oportunidad de producir algo que nunca jamás había visto. “Soy un cineasta que está comenzando su camino, pero no soy cualquier cineasta. Soy un cineasta mexicano-estadounidense, pero no cualquier cineasta mexicano-estadounidense, sino un cineasta mexicano-estadounidense indigena”, dice él.

Por otro lado, a pesar de que se están produciendo más documentales sobre las comunidades mayas en Latinoamérica, Cindy señala que nunca ha visto un proyecto en que no solo las personas en frente de las cámaras sean mayas, pero también quienes están grabando. Para ella, eso marca la distinción entre las crónicas hechas sobre las comunidades maya, incluyendo la diáspora.

Precisamente con esto en mente, los hermanos hicieron el compromiso de centrar las voces de personas mayas en cada paso de producción. Invitaron a su papá, quien a lo largo de los 30 años que ha vivido en San Francisco ha formado innumerables conexiones dentro de la comunidad maya en la Bahía, desde los primeros que se fueron de Yucatán en los setenta hasta los recién llegados.

La familia comenzó una búsqueda para encontrar a tres generaciones. La primera son los pioneros, los primeros de migrar a San Francisco, luego le sigue la generación de Rafael, y después están son los niños de la segunda generación, ya nacidos aquí y con sus propias vidas.

“Hay tantos de nosotros en San Francisco y siempre he tenido la curiosidad de ¿por qué? ¿Cómo nos establecimos en la ciudad más cara?” dice Cindy. Mientras estas preguntas guiaron la visión de Mundo Maya, decidieron por no definir los fines de este proyecto.

“Le pedí a mis mejores amigos, Aaron Pham y Leonard Caoili que me ayudaran con la grabación ya que ellos son cineastas también”, dice Kenny. “Ellos me preguntaron ‘¿no tienes una meta específica en mente para esto?’ Y yo les respondí, ‘¡No! No sabemos lo que van a decir pero ¡te puedo asegurar que va a valer la pena!’

Al esperarse para definir algunos temas, Cindy y Kenny lograron construir una conexión profunda con cada uno de los entrevistados. Resulta que lo que significa ser maya cambia de generación a generación, de idioma a idioma.

“Yo sí me identifico como maya, eso es algo que yo sostengo. Sin embargo, ese no es el caso para todos en nuestra comunidad. Por tanto tiempo, no se nos permitía llamarnos maya. Era algo que se despreciaba, el ser maya, el ser indigena, el hablar la lengua,” afirma ella.

Recuerdos y sueños

En su entrevista, Don Jaime habló casi todo el tiempo en maya yucateco, entonces los hermanos le pidieron ayuda a Rafael y Rita para que ellos la traduzcan al español. Cindy luego traducía este texto al inglés mientras que Kenny y sus amigos editaban la grabación. A lo largo del proyecto, Mundo Maya nunca recibió ni un centavo en fondos.

“Según nuestro lema, las mejores herramientas son las que tienes a tu disposición”, dice Kennt. Mientras que él se las ingeniaba para sobrepasar los obstáculos de producción, sentía un poco de nervios sobre cómo otros iban a reaccionar al producto final.

“Estaba más nervioso de lo que dirían las personas que no son maya, que no son latinos, quienes están fuera de nuestra burbuja. ¿Cómo van a reaccionar a esto? ¿Al menos van a escuchar?” dice él. “Pero ahora me enorgullece decir que cualquier duda que tuve, resultó ser incorrecta”, dice y se ríe debajo de su cubrebocas.

El episodio sobre don Jaime ha sido visto por una audiencia que va más allá que el Área de la Bahía y los Estados Unidos. A llegado a Yucatán, el resto de México, Canadá y hasta partes de Europa. En tan solo unas pocas semanas, más de 22 mil personas han visto el vídeo en Facebook.

Pero la opinión que los hermanos Dzib Tuz valoran más es la de sus vecinos y amistades, quienes inspiraron el proyecto. La esperanza de los hermanos es que estos vídeos provean un alivio del trauma que ha producido el covid-19 en la comunidad maya.

En su entrevista con Mundo Maya, Elvia Guadalupe López Cano le tocó hablar sobre cómo su pasión por las motocicletas la trajo a San Francisco. (Leonard Caoili)

Mientras que la población Latina ha sido el grupo con más casos por el coronavirus a lo largo y ancho del Área de la Bahía, la comunidad maya en especial lleva la peor parte de esta carga. Según un reciente estdio de UCSF hecho en el distrito de Fruitvale en Oakland, los niveles de casos positivos y anticuerpos de covid-19 (o sea que fueron contagiados en el pasado) más altos se vieron dentro de la población maya.

Pero Mundo Maya propone ser una alternativa a estos tiempos de inestabilidad.

“Llega un punto en que se siguen dando estas estadísticas, que el público termina insensible. En lugar de que se diga que es mi papá, o Cindy o Kenny, sólo seremos un número. Sólo somos un número que está enfermo”, explica Kenny.

“Queremos proveer un contenido más positivo y alentador que demuestra que nosotros somos más que esto, que existe más en nuestra comunidad que la adversidad y el trauma”.

“Nos estamos quitando las vendas”

Pese a que está a miles de millas de distancia en Yucatán, la abuela de Cindy y Kenny siempre formó parte del proyecto de manera indirecta. Aunque tenga un don para contar recuerdos, los límites de su español y del maya de los hermanos dificultan el intercambio de historias a través del teléfono.

“Mi relación con el maya yucateco siempre se ha basado en la admiración y ahora que intento aprenderlo, calculo mi progreso con la pregunta, ¿cómo podré comunicarme con mi abuela? Esa es mi meta”, afirma Cindy. “Quiero comunicarme con mi abuelita en su propio idioma, en el idioma con el que se siente cómoda”.

Rafael siente orgullo de que sus hijos están haciendo tanto por la lengua con la que él se crió, pero también reconoce que ellos enfrentan hasta más retos para poder oír y hablar maya yucateco.

“Todos en mi pueblo hablaban maya, es como aquí pero al revés. Aquí está todo inglés pero allá es todo maya, en la tienda, en el mercado, en la calle. Poco a poco vas creciendo y sin darte cuenta ya lo sabes” dice Rafael.

“No hubo ese chance de interactuar con mis hijos mientras ellos crecían, para que ellos escucharan el maya. Hablaba con mi esposa de que sí les íbamos enseñar, pero no estábamos. Yo trabajaba doble como cocinero. Y cuando estábamos, ellos estaban en la escuela”, explica él.

Pero mientras cambia el idioma en que se comparten, estas historias y recuerdos siguen, pero ahora sobre la nueva vida en los Estados Unidos. Rafael dice, “Todo se va cambiando y modernizando. Pero la sangre sigue circulando, las tradiciones buscan una manera para continuar”.

A causa de la pandemia, Rafael ahora tiene menos trabajo pero ahora tiene la oportunidad de pasar más tiempo con Cindy y Kenny. Los tres han pasado horas planeando, grabando y traduciendo. Y las historias que comparten pueden revelar el futuro de la diáspora.

“Nos estamos quitando las vendas de los ojos. Para decirle al mundo, ‘mírenos, miren al color de nuestra piel, miren a nuestro idioma. Esto es lo que somos'”, dice Cindy.

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